Un intrépido explorador en los confines del Sistema Solar: Salamanca

El modelo de la sonda Voyager

El ingenio y anhelo de exploración humanos nos han llevado a construir sondas espaciales que han dilatado nuestros sentidos más allá de las inmediaciones de la Tierra.

Hemos aterrizado suavemente en planetas como Venus y Marte, lunas como la Luna y Titán, asteroides como Ryugu y Bennu y cometas como 67P/Churyumov–Gerasimenko, "Chury" para los amigos, a quien la misión Rosetta de la Agencia Espacial Europea confió el aterrizador Philae.

Sin embargo, más allá de la órbita de Saturno es un lugar muy solitario.

Un único emisario robótico (Voyager 2) ha visitado Urano (aunque un segundo tiene alta prioridad en los planes de la NASA y China tiene previsto otro para 2043). Voyager 2 también ha sido hasta la fecha el único artefacto humano en alcanzar Neptuno, si bien una vez más China está evaluando uno propio. Y, de nuevo, Plutón ha recibido una sola visita, la de New Horizons, que, al contrario de lo que ocurría en la peli El inglés que subió una colina pero bajó una montaña, se lanzó hacia un planeta y llegó… a un planeta enano.

Porque abandonar el aliento del Sol es muy difícil.

Dejar atrás el Sistema Solar y sumergirnos en el espacio interestelar exige usar la gravedad de distintos planetas como "catapultas", en una especie de billar interplanetario, gesta para la que han sido diseñados cinco ingenios humanos: Voyager 1 (el primero en hacerlo en 2012, treinta y cinco años tras su lanzamiento), las mencionadas Voyager 2 (en 2018) y New Horizons (que lo hará en 2040) así como las Pioner 10 y Pioner 11 (inactivas desde hace veinticinco años).

Y es que el Sistema Solar es muy grande.

Ya exploramos su vasto tamaño gracias al Sistema Solar a escala de Ciudad Rodrigo que construimos desde la asociación de astronomía Astróbriga, en el que una escala de 1:290 000 000 hace que la Tierra tenga 4,4 cm de diámetro y esté a 500 m del Sol, y pone al pequeño Plutón en Fuentes de Oñoro, en la misma frontera con Portugal, a 20 km del Sol.

Pues bien, a esta escala nuestro primer enviado a las estrellas, Voyager 1, avanza impertérrito cinco metros al día y se encuentra en estos momentos besando las murallas de Salamanca.

Para celebrar esta afortunada circunstancia propusimos al Ayuntamiento de Salamanca colocar un modelo de la sonda en algún lugar relevante de la ciudad, y tras muchas peripecias e informes de patrimonio, lo conseguimos: lo encontrarás en la plaza de La Merced, entre las facultades de Matemáticas y Ciencias de la Universidad de Salamanca.

Obviamente a la escala del Sistema Solar de Ciudad Rodrigo la Voyager sería muy pequeña, con lo que para hacerla visible la hemos tenido que ampliar seis millones de veces. Pero para no desligarnos de la escala del Sistema, clave de la experiencia global, en el panel explicativo se la representa al lado de una referencia del mundo nanométrico: una molécula de ADN, la molécula portadora del código genético, cuyo tamaño característico es comparable al de la sonda e invita a una complicidad entre ambas, entre nuestro “libro de instrucciones” y nuestro mensajero a otras civilizaciones.

Para la presentación del modelo en sociedad hicimos un video junto al Ayuntamiento de Salamanca que podéis ver a continuación.

 

Vídeo de presentación del modelo de la sonda Voyager 1 | GMV
https://youtu.be/3l2uiDBfBzw

Desde Ciudad Rodrigo, extendiéndose por toda su comarca, y con un destacado embajador en Salamanca, el Sistema Solar a escala es una herramienta educativa y de promoción de la cultura científica que, además, suma a los patrimonios de las poblaciones que acogen a sus elementos: no dejes de visitarlos si tienes oportunidad.

P.S.: Si estáis interesados en saber todo, todo, todo sobre las sondas Voyager, os recomiendo sin cortapisas el libro Viajes interestelares. Historia de las sondas Voyager de Pedro León.

 

Autor: Juan Carlos Gil

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