Principales desafíos para el desarrollo de capacidades de defensa en Europa

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Europa atraviesa un momento decisivo en materia de seguridad y defensa. La invasión rusa de Ucrania, la inestabilidad en Oriente Medio, la presión migratoria y los ciberataques a infraestructuras europeas (como el recientemente sufrido en el aeropuerto de Bruselas) han demostrado que la seguridad europea no puede seguir dependiendo de capacidades dispersas en los Estados miembro ni de cadenas de suministro vulnerables.

En números anteriores de esta revista se ha abordado, desde un punto de vista tecnológico, el desafío de la construcción de capacidades de defensa en Europa. Este desarrollo requiere además un enfoque integral que abarque múltiples dimensiones: la seguridad del suministro, la captación y retención de talento, la cooperación industrial o la protección del espacio como última frontera, entre otras. Cada uno de estos ejes representa un desafío estructural que, de no abordarse, podría comprometer la autonomía estratégica europea.

Para su implementación la Comisión Europea ha lanzado en 2025 un plan integral, denominado EU Readiness Plan, que marca los pasos necesarios para reconstruir la defensa europea y que está trabajando en un Marco Financiero Plurianual (MFF) coherente y acorde a este plan.

La soberanía tecnológica se ha convertido en un pilar estratégico para Europa. En un mundo donde la innovación marca el equilibrio de poder, depender de terceros países en áreas críticas como semiconductores, ciberseguridad, inteligencia artificial o navegación por satélite supone una vulnerabilidad estructural. La pandemia, las tensiones comerciales y la guerra en Ucrania han demostrado que, sin control sobre las cadenas de valor esenciales, la capacidad de reacción de los Estados miembro se ve seriamente comprometida. Apostar por la soberanía tecnológica no significa cerrarse al mundo, sino garantizar que Europa puede decidir con independencia, proteger sus infraestructuras críticas y mantener su competitividad industrial. Ejemplos como la constelación de satélites Galileo en el ámbito espacial muestran que la Unión Europea es capaz de liderar proyectos punteros cuando invierte de forma coordinada y con visión de futuro.

Las lecciones de la pandemia de la COVID-19 también son aplicables a la defensa. La falta de suministros médicos esenciales, las interrupciones en las cadenas logísticas y la dependencia de terceros países mostraron la vulnerabilidad de Europa. En el ámbito de la seguridad y la defensa, los riesgos son aún mayores, pues afectan directamente a la soberanía y a la protección de los ciudadanos. La guerra en Ucrania ha reforzado esta percepción: por primera vez en décadas, la guerra ha vuelto a suelo europeo y ha obligado a replantear las prioridades estratégicas.

La defensa, tradicionalmente considerada un asunto reservado a los Estados miembro, se ha convertido en una cuestión central para la cohesión del proyecto europeo. La autonomía estratégica, concepto que hace unos años era visto como una aspiración lejana, es hoy una necesidad urgente.

Seguridad del suministro

La seguridad del suministro es uno de los pilares fundamentales de cualquier estrategia de defensa. Sin acceso garantizado a materias primas, cadenas logísticas resilientes y a industrias capaces de responder a la demanda en los plazos requeridos, la autonomía estratégica se ve seriamente comprometida.

En el ámbito de la defensa, la seguridad del suministro implica abarcar todo el ciclo de vida: el diseño, la producción, el mantenimiento y el sostenimiento de los sistemas. Existen tres dimensiones en este problema: geográfica (que el material llegue al lugar adecuado), temporal (que llegue a tiempo) y funcional (que cumpla las prestaciones establecidas). Sin embargo, garantizarlas es complejo debido principalmente a tres razones:

  1. Porque la gestión real de las cadenas descansa tanto o más en la industria (con cadenas de suministro que involucran a miles de proveedores) que en las administraciones públicas.
  2. Porque el riesgo incluye tanto aspectos programáticos (retrasos, costes, falta de mano de obra especializada, desastres naturales) como políticos (bloqueos, restricciones deliberadas, priorización de clientes nacionales).
  3. Porque la noción de crisis no es uniforme: mientras algunos Estados viven la guerra de Ucrania como una emergencia estructural, otros la perciben como una presión gestionable, lo que dificulta la activación de mecanismos comunes.

Europa depende en gran medida de las importaciones de materias primas críticas como tierras raras, litio, cobalto y níquel. Estos materiales son esenciales para la fabricación de baterías, semiconductores, sensores, radares y sistemas de comunicaciones. El hecho de que más del 75 % de estos recursos provenga de un único proveedor como China convierte esta dependencia en un riesgo geopolítico directo. A ello se suma la concentración de la producción mundial de explosivos y pólvoras en unos pocos países, lo que dificulta la producción de munición a gran escala.

La guerra en Ucrania ha cambiado significativamente el panorama geopolítico mundial. La incapacidad de la UE para fabricar y entregar a Kiev el millón de proyectiles prometidos en 2023 reveló las limitaciones estructurales de la industria europea. Este déficit no solo pone en riesgo la ayuda a un socio estratégico, sino que también expone la falta de preparación para un conflicto prolongado de alta intensidad.

Las soluciones deben ser ambiciosas. Una de ellas consiste en la creación de reservas estratégicas europeas de materiales críticos, similares a las reservas estratégicas de petróleo. Otra medida sería incentivar la relocalización de industrias mediante mecanismos fiscales y subvenciones europeas, además de estrechar alianzas con socios fiables como Canadá, Australia o países latinoamericanos. Finalmente, se requiere un esfuerzo sostenido en I+D para encontrar sustitutos y tecnologías que reduzcan la dependencia de materiales escasos.

Captación y retención de talento

El talento humano constituye el recurso más estratégico de la industria de defensa. Se trata de un sector de tamaño moderado en comparación con otros sectores industriales y con necesidad de mano de obra especializada. Sin profesionales altamente cualificados, el retorno de la inversión en tecnología, servicios o infraestructuras se verá mermado. Europa se enfrenta a una tormenta perfecta: el envejecimiento de la población activa, la fuga de cerebros hacia sectores más atractivos y la escasa incorporación de mujeres a las disciplinas STEM.

El 30-35 % de la plantilla de la industria aeroespacial y de defensa tiene más de 50 años. En una década, esta situación provocará una ola de jubilaciones que dejará miles de puestos críticos vacantes. Al mismo tiempo, la competencia con gigantes tecnológicos dificulta la atracción de jóvenes ingenieros, ya que estas empresas son percibidas como más innovadoras y alineadas con valores de sostenibilidad y diversidad.

Revertir esta tendencia exige una narrativa distinta. La defensa debe presentarse como un sector puntero en innovación con el claro propósito de proteger la seguridad y la paz en Europa. Las generaciones jóvenes, en particular la Generación Z, buscan trabajos que tengan impacto social y global. Mostrar cómo la defensa contribuye a la seguridad marítima, la defensa del espacio, la ciberdefensa, la protección de infraestructuras críticas o la resiliencia frente a desastres naturales puede resultar decisivo.

Las estrategias incluyen programas de colaboración entre industria y universidades, formación dual, incentivos a la movilidad internacional y una apuesta por la diversidad de género y cultural. En GMV hemos entendido este desafío: con una edad media de 36 años, en los últimos cinco años hemos aumentado un 50 % la plantilla y dedicamos el 10 % de la facturación a I+D. Además, ofrecemos carreras internacionales y la posibilidad de trabajar en proyectos tecnológicamente apasionantes como el SIRTAP, Euodrone o el Galileo PRS, entre otros muchos, lo que nos convierte en un polo de atracción para jóvenes talentos europeos.

Cooperación industrial

La cooperación industrial es un requisito indispensable para desarrollar capacidades europeas. La fragmentación actual genera duplicidades, costes excesivos y limita la interoperabilidad. Mientras que Estados Unidos ha estandarizado su arsenal en torno a modelos como el Abrams o el F-35, en Europa se mantienen 17 tipos de tanques y 29 modelos de fragatas. Esta diversidad no solo incrementa los costes, sino que también impide aprovechar economías de escala.

La Comisión Europea ha puesto en marcha instrumentos como el Fondo Europeo de Defensa (EDF, por sus siglas en inglés) para impulsar proyectos cooperativos en ámbitos estratégicos. Estos programas han financiado iniciativas en las que participa GMV, como FIRES y e-Colorss (artillería de precisión); GENIUS, para la detección y neutralización de artefactos explosivos; SEACURE, enfocado en guerra submarina; o EMISSARY, centrado en vigilancia espacial. El objetivo es doble: reducir la fragmentación y fortalecer la autonomía estratégica.

Sin embargo, la cooperación no se limita a compartir costes, sino que también requiere una cultura empresarial basada en la confianza. GMV es un ejemplo paradigmático. Hemos convertido nuestra capacidad para establecer alianzas en un valor diferencial. Para nosotros, las alianzas no son contratos estáticos, sino ecosistemas vivos que evolucionan y generan valor compartido. Esta visión mutuamente beneficiosa permite que empresas de tamaño medio se posicionen en el núcleo de los grandes programas europeos.

Este enfoque nos ha permitido colaborar con la Agencia Europea de Defensa desde 2004, participar en 42 proyectos EDF/EDIDP y liderar iniciativas como CONVOY, centrada en la detección de IEDs mediante inteligencia artificial, y abordar el liderazgo de grandes programas como la misión de demostración en órbita CELESTE de la Agencia Espacial Europea (ESA).

La conclusión es clara: la cooperación industrial no puede seguir viéndose como un reparto de cargas. Es necesario desarrollar una cultura de alianzas sólidas basadas en la confianza, la transparencia y la creación conjunta de valor.

El espacio como último dominio de confrontación

El espacio se ha convertido en un nuevo dominio que proteger y, por tanto, en la última frontera de la ciberseguridad. Europa depende de satélites para navegación, observación y comunicaciones. La proliferación de constelaciones comerciales ha multiplicado la superficie de ataque y ha expuesto vulnerabilidades críticas.

Actualmente, hay más de 11 700 satélites en órbita, cifra que crecerá exponencialmente con la entrada de nuevos actores privados. Cada uno de ellos representa un posible vector de ataque. Los riesgos incluyen interferencias y spoofing de señales GNSS, ciberataques a centros de control, vulnerabilidades en la cadena de suministro de hardware y software e incluso ataques cinéticos y electromagnéticos a las propias plataformas en vuelo.

El ataque contra Viasat en 2022 demostró cómo un ciberataque espacial puede paralizar operaciones civiles y militares. Este caso puso de manifiesto la necesidad de incorporar medidas de seguridad robustas desde el diseño. Es necesario establecer canales de comunicación cifrados, controles de acceso estrictos y el uso de inteligencia artificial para detectar anomalías en tiempo real.

La UE ha respondido a esta situación con el lanzamiento de IRIS2, una constelación de comunicaciones seguras con cifrado de extremo a extremo, y con el impulso del servicio Galileo PRS, resistente a interferencias y al spoofing, en cuyo desarrollo participa GMV y para el que lidera el desarrollo de receptores de usuario.

El espacio, en consecuencia, ha pasado a ser un dominio tan relevante como el terrestre, el marítimo o el aéreo. Es un pilar esencial de la seguridad europea que requiere una estrecha cooperación multinacional para garantizar su defensa.

EU Readiness: plan e iniciativas para reforzar la base industrial y tecnológica

El White Paper on European Defence – Readiness 2030, publicado en marzo de 2025, establece que la Unión Europea debe estar preparada para responder con rapidez y eficacia ante crisis militares, conflictos híbridos y emergencias de seguridad. Este plan se estructura en torno a tres prioridades: movilidad militar, preparación cívico-militar y capacidades conjuntas.

  • Movilidad militar: requiere mejorar infraestructuras como carreteras, puentes y corredores ferroviarios para facilitar el despliegue ágil de tropas y equipamiento en todo el territorio europeo.
  • Preparación cívico-militar: busca integrar la protección civil en los planes de defensa, garantizando una respuesta coordinada en Europa ante desastres naturales, pandemias o ciberataques a gran escala.
  • Capacidades conjuntas: se centra en fortalecer los sistemas de artillería, la defensa aérea, contramedidas antidron, sistemas C4ISR y vigilancia espacial.

La implementación del plan combina financiación europea, nacional y privada, reconociendo el papel esencial de la industria de defensa.

En coherencia con esta visión, y de cara a potenciar las capacidades militares necesarias, la UE ha impulsado iniciativas complementarias destinadas a reforzar la base industrial y tecnológica de defensa europea. Entre ellas destacan:

  • EDIRPA (European Defence Industry Reinforcement through common Procurement Act), en vigor desde octubre de 2023, que fomenta compras coordinadas y cooperación transnacional entre Estados miembro.
  • ASAP (Act in Support of Ammunition Production), aprobado en julio de 2023 para ampliar la capacidad europea de producción de munición y misiles.
  • European Defence Industry Strategy (EDIS), presentada en marzo de 2024, que define una hoja de ruta para una industria de defensa más integrada y resiliente.
  • European Defence Industry Programme (EDIP), propuesto conjuntamente en 2024 como marco operativo y financiero de la EDIS, con horizonte 2025–2027.
  • SAFE (Security Action for Europe), adoptado en mayo de 2025, que establece un instrumento financiero de hasta 150 000 millones de euros en préstamos para apoyar adquisiciones conjuntas y proyectos de inversión en capacidades críticas.

Estas herramientas, junto con el EDF, conforman el ecosistema operativo del Readiness 2030, alineando política, industria y financiación hacia una mayor autonomía estratégica europea.

En este contexto, los sistemas de mando y control multidominio de GMV representan soluciones alineadas con los objetivos de Readiness 2030 y listas para su integración en los marcos operativos europeos.

Marco Financiero Plurianual

El Marco Financiero Plurianual (MFF) 2028-2034 representa una apuesta ambiciosa. Con un presupuesto total de 1,98 billones de euros, de los cuales 131 000 millones se destinan a las áreas de defensa y espacio, se multiplica por cinco la inversión en estos ámbitos respecto al ciclo anterior.

Dentro de este marco financiero, el European Competitiveness Fund, dotado con 450 000 millones, financiará la investigación, la innovación y el despliegue de tecnologías disruptivas. En paralelo, el Global Europe Instrument destinará 200 000 millones a cooperación internacional y estabilidad global, mientras que los mecanismos de flexibilidad ofrecerán fondos de reserva y líneas de crédito para responder a crisis imprevistas.

Más allá del volumen financiero, la clave reside en su gobernanza. La UE debe garantizar transparencia, control democrático y orientación a resultados, asegurando que cada euro invertido se traduzca en capacidades tangibles, evitando duplicidades y burocracia. Solo así el MFF podrá transformar la defensa europea.

Europa afronta una encrucijada decisiva en materia de defensa y seguridad. Los desafíos para el desarrollo de capacidades abarcan la seguridad de suministro, el talento, la cooperación industrial, la integración del espacio como dominio operativo y cibernético, la preparación conjunta y la financiación sostenible. Cada uno de estos ejes está interconectado y debe abordarse de forma integral y coordinada a escala europea.

La autonomía estratégica europea no implica aislamiento, sino capacidad de decidir y actuar de forma independiente, en cooperación con aliados, pero sin dependencias críticas. Para lograrlo, es necesario un compromiso político firme, una inversión estable y una industria dinámica que sea capaz de innovar y cooperar. Empresas como GMV demuestran que, con visión de futuro y cultura de alianzas, es posible situar a Europa en el centro de la innovación tecnológica y de la seguridad global.

El éxito dependerá de que la UE se atreva a transformar sus estructuras, superar inercias y apostar por proyectos que refuercen la resiliencia y la cohesión del continente. De cara al futuro, Europa deberá tomar decisiones difíciles. La primera es aceptar que la seguridad tiene un coste y que la inversión en defensa no es un gasto, sino una condición indispensable para proteger el modelo social europeo. La segunda es avanzar hacia una verdadera integración, donde las decisiones sobre capacidades, adquisiciones y despliegues sean coordinadas y no fragmentadas. La tercera será reconocer que la innovación será el campo de batalla decisivo: la carrera por dominar la inteligencia artificial, la computación cuántica, el espacio o la biotecnología tendrá un impacto directo en el equilibrio de poder global.

Empresas como GMV ya muestran el camino: apostar por la innovación, por la nacionalización de capacidades críticas y por una cultura de cooperación que trascienda fronteras.

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