Reflexiones sobre el proceso de selección de parastronautas

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Hace poco, la ESA ha presentado un nuevo grupo de astronautas seleccionados de entre más de 20.000 candidatos. Una cosa que posiblemente te sorprenda es que entre ellos, hay una persona que perdió la pierna en un accidente de moto. Yo le conocí cuando asistí a la tercera fase del proceso de selección, junto con otros candidatos al puesto de parastronauta.

Recientemente, una compañera nos habló en un artículo del blog de su experiencia en el proceso de selección de los nuevos astronautas de la ESA, que comenzó el año pasado. Esta publicación trata sobre mi experiencia como candidato para el puesto que la ESA ofertó para personas con discapacidad. No es una oportunidad que alguien en mis condiciones esperaría, cuando una de las lecciones que aprendes al ser discapacitado es que tienes que ser realista en la vida. En cualquier caso, cuando leí que la ESA estaba buscando una persona que tuviera dificultades en una o ambas piernas por debajo de la rodilla y que, además, cumpliera el resto de los requisitos para presentarse a astronauta (excepto, por supuesto, el reconocimiento médico para pilotos de grado 2), me sentí obligado a presentarme, porque yo era perfecto para el puesto. Estaba deseando hacerlo, pero también sentía la responsabilidad que conllevaba. Llevo trabajando en GMV casi siete años, en el antiguo departamento de Dinámica y Operación de Vuelos (FDO), y pensé que era una oportunidad de tener una experiencia nueva y conocer de verdad el área en la que trabajo: el espacio.

Ocho meses después, cuando ya había abandonado toda esperanza de que me contactaran, recibí un correo electrónico en el que me pedían que viajara a Hamburgo para participar en la segunda fase del proceso de selección. Allí, otros veinte candidatos y yo pasamos una serie de exámenes científicos, psicotécnicos y de inglés. Todos nos alojamos en el mismo hotel cerca del centro de exámenes del DLR y pudimos conocernos un poco. Había candidatos con vidas extraordinarias, y más de uno había pasado varios meses en la Antártida realizando estudios científicos.

No creo que fuera el mejor en las pruebas, pero, sorprendentemente, me llamaron para la tercera fase del proceso de selección, que tuvo lugar en Colonia, en el Centro Europeo de Astronautas de la ESA. Cuando llegué al hotel, conocí a los otros siete candidatos que iban a pasar las pruebas el mismo día que yo. Aquella noche cenamos juntos, nos contamos nuestras vidas y hablamos sobre por qué habíamos decidido presentarnos. Todos excepto uno teníamos una discapacidad. A dos de ellos les faltaba una pierna, uno tenía enanismo y cuatro de nosotros teníamos pie zambo en una o ambas piernas. Todos tenían unas vidas fascinantes y unos trabajos excepcionales. Y allí estaba John, que nos contó lo bien que funcionaban algunas prótesis para correr y hacer deporte. Yo me quejé de que no podía correr sin que me doliera la espalda, y él dijo de broma que debería cortarme la pierna y ponerme una prótesis.

Al día siguiente nos llevaron al Centro Europeo de Astronautas de la ESA. En la tercera fase, esperaba algo similar a la segunda, una serie de pruebas sobre los conocimientos del candidato sobre CTIM, solo que un poco más complejas. Sin embargo, en esta fase las entrevistas eran la parte más importante. Una de ellas la hacía un astronauta. La mía la hizo Pedro Duque, junto con un grupo de expertos en psicología y otras materias. Esta fase fue sin duda más difícil que la anterior, y estaba centrada en la personalidad del candidato. Al final de la jornada, el jefe de Medicina Espacial Guillaume Weerts fue nuestro guía en una emocionante visita para conocer el centro. También nos habló de cómo es ser astronauta y lo exigente que es.

Sinceramente, fue una experiencia maravillosa, algo que solo te pasa una vez en la vida, en parte porque la ESA recluta astronautas nuevos cada quince años, pero, también, porque tener puestos reservados para gente con discapacidad es la excepción a la regla.  Aun así, estoy convencido de que John no solo aportará su buen humor, sino que también ayudará a la ESA a dar sus primeros pasos para abrir el viaje espacial a toda la diversidad de gente que hay en el mundo.

Autor: Jaime Serrano Sánchez

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